Thursday, March 3, 2011

EL AMOR POR LA CONGREGACION

La iglesia es el conjunto de gente que ha sido comprada con la sangre derramada en la cruz del Calvario. Esta no tiene religión, no tiene barreras ni fronteras.

Las congregaciones que la componen son un conjunto de gente de diferentes nacionalidades, caracteres y culturas que se reúnen bajo un mismo techo con un mismo sentir y persiguiendo una meta común, que es alabar y servir a Dios en su santuario.

Por lo regular dentro de este conjunto de personas que componen la congregación existen grupos de una misma familia, esto tambien es bíblico y es lo más natural, pues cuando uno se convierte atrae a sus seres más cercanos para que prueben la experincia de la salvación.

Por otro lado se dan los matrimonios entre los hijos de dos familias y vienen a pasar a ser parte de esas familias. Y por último y no menos importante con el correr del tiempo compartiendo juntos se desarrolla una armonía que nos convierte en más que un amigo, nos convertimos en miembros de una familia grande.

Este proceso de la iglesia es lo que registra el capítulo 2 del libro de los Hechos de los apóstoles, el cual es la continuación del evangelio segun San Lucas y donde la iglesia toma su forma. Este proceso nos confirma la necesidad de amarnos los unos a los otros y amar nuestra congregación, porque si somos negligentes en este sentido podemos hacer daños irreparables.

No es lo mismo abandonar un club social, un vínculo amistoso con gente que conocemos en el lugar de trabajo o la comunidad donde vivimos, que abandonar el núcleo de la iglesia.  Al abandonar la congregación donde hemos echado raíces profundas, esto afectará aun a nuestra próxima generación. Los hijos cuestionarán la actitud y creceran con la inquietud de saber que fue en realidad lo que sucedió para que sus padres les separaran de sus hermanitos de la iglesia.

Cuando abandonamos la congregación donde hemos marcado vidas con nuestro amor, nuestro testimonio, formación de familias, lo que se interpreta es que ya no importa lo que el otro pueda sentir y esto se constituye en un pecado mortal porque si no nos importa lo que mi hermano piense o sienta estamos desobedeciendo el mandato divino de ser uno como lo rogó el Maestro allá en Getsemaní.

Esto lo dejó Jesús establecido explicitamente,  cuando comparó a la iglesia con un cuerpo del que nadie puede desprender su dedo más pequeño sin que le duela el cuerpo entero.

Por muy meticiulosa que se haga la transición, se estremecen los simientos de la congregación cuando un miembro se aparta y es por eso que debemos ser cuidadosos de no colocar nuestros intereses personales, nuestra conveniencia por encima del mandato divino.

No comments: