Monday, September 6, 2010

¿SATISFECHO YO Y EL MUNDO PAGO?


Cuando el hombre cayó de la gracia, después de haber sido creado perfecto a imagen y semejanza de Dios, inmediatamente se encontró que estaba desnudo y por consiguiente empieza su empeño en cubrir su desnudez. Su primer intento fue con delantales de hojas de higuera, hasta que Dios con sus propias manos le hizo túnicas de pieles y los vistió. Genesis 3:21.

Al vestirlos queda claramente establecido que sí, que muy contrario a las excusas que utilizan los que tienen ese espíritu de desnudez, Dios mira lo que está delante de sus ojos y es obvio que le molestaba la condición de desnudez en la que se encontraban Adan y Eva.

En Levíticos 18 se promulga la primera ley en contra de decubrir la desnudez de algun familiar, pero antes ya sobre Canaan habían caído una terrible maldición por haber descubierto la desnudez de su padre Noé.

A menos que el humano encuentre patética la historia bíblica o simplemente no crea en ella como la palabra inspirada, entenderá que va en contra de lo establecido por Dios el descubrir las partes privadas del cuerpo.

En la cultura latinoamericana en los años cuando todavía el pudor era parte de una serie de elementos que componían la moral del individuo, las que lo identificarían como un hombre o una mujer seria, las madres se preocupaban por instruír a sus hijas desde muy pequeñas partes sobre las partes de su cuerpo que no debían exhibir.
De niñas las vestían con "refajitos" que cubrían la parte donde habrían de crecer sus pechos. Pantaloncitos debajo de sus falditas para que jugando en la escuela no le vieran su ropita interior.

Todo esto ha desaparecido y hoy no parece haber partes privadas en el cuerpo de la mujer. Sus axilas, su barriga, sus pechos y aun sus partes más íntimas que deben estar reservadas para su marido, hoy se exhiben como si fuera normal. La ropa interior se ha convertido en prendas de lujo exterior.

Hay una horrible actitud de "satisfecho yo y el mundo pago" y esta actitud responde a que la sociedad que nos ha tocado vivir en estos últimos tiempos ha logrado vender con mucho éxito la idea de que muy por encima del pudor, de la verguenza, del propósito que sirve la ropa y del grado de complejo que debe acompañar a cada individuo para no caer en lo ridículo, está su derecho civil, su libertad de hacer con su cuerpo lo que bien le parezca.

Por esta actitud de soberbia es que muchos no solo caen en lo ridículo, sinó que se tornan rebeldes contra la sociedad y peor aun contra lo establecido por Dios.

La vestidura que tiene como propósito cubrir la desnudez, los maquillajes y los adornos del cuerpo que sirven para resaltar la belleza, se han convertido en una forma de expresión y casi siempre de rebeldía. "Este o esta soy yo y a nadie le importa".

Y con esta actitud rebelde no importa lo mal que le quede la ropa, lo feo que se vea la manteca de su barriga afuera, los pechos caídos se exhiben sin ningun tipo de complejo, las mujeres se recortan como los hombres y los hombres se dejan crecer el pelo como las mujeres.

Lo más triste de esta situación es que esta actitud jesabélica ha logrado penetrar las filas de las iglesias evangélicas en donde hay un llamado específico a ser diferente, en donde no se vive para autoagradarse sinó para agradar al otro, donde el hombre y la mujer de Dios está llamado a ser la sal de la tierra, la luz que alumbra a los perdidos. Mateo 5:14-16