Quizás a muchos les parezca fanatismo hablar en estos términos: El enemigo de la justicia, Satanás, enemigo de nuestras almas tiene sus días contados aquí en la tierra para ser juzgado por el Dios que hizo los cielos y la tierra.
Cuando fué destronado del cielo (Is. 14, 12-14) no se fué solo, sinó que arrastró con la tres tercera parte de los ángeles (Apocalipsis 12:4) que son hoy las legiones de demonios que controlan el comportamiento de muchos en el mundo. Efesios 6:12 "Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. "
De esa misma forma el enemigo no se va a ir solo a enfrentar al creador, su más caro deseo es poder arrastrar con gran parte de la humanidad y se vale de los métodos más bajos para hacerlo. El Dragón de Apocalipsis tanto aplica para los ángeles que fueron arrastrados por él como las almas de los humanos que arrastrará consigo al infierno.
Al verse frustrados sus esfuerzos de destruir la iglesia haciéndose valer de la persecución contra los cristianos de la época primitiva, al encontrarse que ya el término descarriarse tiene muy poco valor entre los creyentes de hoy en día, el enemigo ha optado por otra practica y es indisponer a los cristianos uno con otro.
A Satanás, la Biblia lo presenta como el padre de mentiras y como tal la mentira y el engaño son sus armas más poderosas, engaña hasta los escogidos, si fuera posible. Es en este orden que muchos caen en la trampa del enemigo cuando se dejan seducir para salir de sus congregaciones en total desobediencia y rebeldía.
Este es el tema que nadie quiere escuchar y que pareciera patético y aun más, perece como si cuando se habla de este tema se hace en el terreno del reclamo o algun tipo de resentimiento y para no herir susceptibilidades, se tiende a ignorar el tema, que es precisamente lo que al enemigo le conviene.
Ningun creyente está obligado a mantenerse en una congregación donde no se siente a gusto, aunque sabemos que esto no es exactamente lo que el Señor Jesús nos enseñó, por lo menos es lo que se ha establecido en estos últimos tiempos en los que vivimos.
Sin embargo cuando la partida de un creyente no responde a asuntos de conveniencia de distancia u otra razón válida que puede incluír un llamado específico de Dios para ir a hacer un trabajo específico en otro lugar, esa partida cae dentro del plan del enemigo, tan sencillo como eso.
No es la voluntad de Dios que el creyente ande brincando de congregación en congregación, tampoco es su voluntad que éste abandone su congregación por asuntos de pleitos o desacuerdos con su pastor u otro hermano, específicamente cuando esa partida va a producir una cadena de perturbación y hasta la perdición de los más débiles.
El apóstol Pablo no le recomendó a Síntique que se buscara otra iglesia para que su hermana Evodia la dejara de hostigar, no se puso a investigar quién tenía la razón, sinó que les rogó que fueran de un mismo sentir.
Cuando la partida de un creyente que se encuentra en una disputa o desacuerdo con algun hermano o su pastor se hace inevitable, porque se han agotado todos los recursos humanamente hablando, por lo menos se debe llegar a la sanación y el perdón de las partes envueltas. El no hacerlo deja al que se aleja con la carga de no poder ir al altar donde vaya a llevar su ofrenda, sin que allí se acuerde que su hermano tiene algo contra él.
Cuando lleva su ofrenda al altar y allí se acuerda de que su hermano le hirió (no que fue herido por él) allí tiene dos opciones: ir y arreglar su cuenta para que sean sanadas las heridas que dejó su partida o Ignorar la voz del Maestro que dijo: "deja alli tu ofrenda y ve reconciliate con tu hermano".
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