E hizo voto, diciendo: Jehová de los ejércitos, si te dignares mirar a la aflicción de tu sierva, y te acordares de mí, y no te olvidares de tu sierva, sino que dieres a tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré a Jehová todos los días de su vida, y no pasará navaja sobre su cabeza.
Cuando un creyente se envuelve en un compromiso con Dios en lo que evidentemente es una negociación con la cual se compromete a serle fiel a Dios con sus ofrendas, sus diezmos, su servicio, todo a cambio de que Dios le conteste una petición especial, este creyente no se da cuenta que sin querer ha caído en una practica de soborno y de manipulación.
Lo primero que debe entender el creyente es que a Dios no se le pone condiciones para servirle. No somos fieles a nuestros deberes con El, basados en lo que anticipamos El haga por nosotros, porque nadie ha podido decir que ha dado algo a Dios primero.
Nuestro amor, nuestro servicio y dedicación por su obra debe ser incondicional, no un itercambio con El.
Es este el error en que vemos a muchos caer cuando se muestran bien diligentes en los asuntos que pertenecen al servicio a Dios. Diligentes en su asistencia y dedicación por la congregación. Diligentes en la búsqueda de Dios por medio de la oración, mientras se encuentran en un estado de negociación con Dios y desde que logran lo que con tanta behemencia han perseguido, comienzan a mostrarse un tanto más indiferentes a sus obligaciones.
Cuando ya sus peticiones han sido contestadas, ya Dios les dio el carro que pedían, la casa, el bote, un esposo, la esposa, comienzan los afanes de su nueva vida a arroparlos y se van olvidando del compromiso que hicieron para llegar hasta allí, esto puede resultar muy peligroso.
Lo primero es que nunca debieron haberse envuelto en esa promesa de fidelidad a Dios a cambio de una petición contestada, porque el postrer error de no cumplirla empeora su situación.
Lo peor es que se da una baja en el servicio a Dios y se produce una decadencia en la vida espiritual que todos se dan cuenta, menos el que está en la situación, porque este siempre buscará excusas para justificar su situación y es cuando se produce el pago de haber prometido y no cumplir.
Antes de la dispensación de la gracia, en la cual todo lo que recibimos se nos da inmerecidamente, los hijos de Dios tenían la practica de ofrecerle algo a cambio de un favor. Ana, una mujer estéril pidió a Dios un hijo con el compromiso de dedicarselo cuando naciera, al nacer Samuel esto es lo que podemos leer: Por este niño oraba, y Jehová me dio lo que le pedí. Yo, pues, lo dedico también a Jehová; todos los días que viva, será de Jehová. Y adoró allí a Jehová.
Ana siguió siendo fiel a Dios, su servicio nunca menguó y Dios la recompensó con cinco hijos más.
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