El Salmo 91 contiene una serie de promesas para un grupo específico, aunque este grupo no tiene límite de cantidad. Todo el que desea esas promesas las puede alcanzar, pero debe cumplir con un requisito: debe mudarse debajo del abrigo del Altísimo (Elyon) para que le pueda cubrir la Sombra del Omnipotente.
Recitar de memoria este salmo o abrir la Biblia en él y colocarla a nuestra cabecera no nos garantiza un lugar debajo del Abrigo.
No hay dudas que fuimos creados con ese lugar reservado debajo de ese Abrigo, sin embargo ese espacio fue seriamente comprometido allá en el huerto del Eden y es imprescindible un acto de redención para recuperarlo. El solo hecho de ser criatura de Dios no garantiza ese lugar, hay que volver a nacer. Juan 3:3. El que no nace de nuevo no puede ver (habitar, vivir, compartir) el reino de Dios.
El verso dos de este Salmo revela que para habitar debajo del abrigo del Altísimo debe haber una relación estrecha con Dios. "Diré yo a Jehová: esperanza mía y castillo mío, mi Dios en quien confiaré". Estas son declaraciones que se dirigen a alguien con quien se tiene una intimidad.
Sería ilógico que uno pueda recitar y saber lo que encierra: Diré yo al presidente de la nación: "Tu eres mi esperanza y mi protector". ¿Quién podría decir esto sinó alguien de su círculo más cercano?
¿Bastaría con saber o creer que él es la máxima autoridad y que está puesto para proteger los intereses del ciudadano para recibir los resultados directos de su función?... En ninguna manera.
Los versos del tres al seis del Salmo encierran la promesa de librarnos de los peligros que se salen de nuestro control, peligros que acechan y llegan aunque tu no los salgas a buscar.
Este tipo de peligro crece cada día, en la medida que crecen los daños que el hombre hace a la naturaleza y la desintegración moral.
"El Lazo del casador": un accidente automobilístico mientras te diriges al trabajo, un atraco, un borracho que pasa un semaforo en rojo y te alcanza con su vehiculo, una bala perdida.
"La peste destructora": El aire que respiramos, los alimentos contaminados que ingerimos, incendio, huracan.
El verso siete y ocho habla de peligros a que de forma consciente o inconsciente nos exponemos, cuando con nuestra conducta y nuestra manera de vivir vamos ganando enemigos por la tierra: Guerras, pleitos, ajuste de cuentas.
Si deseas vivir con tranquilidad y sin miedo a los peligros que a diario acechan solo debes dar un paso y colocarte debajo del Abrigo del Altísimo.
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