En estos días que vivimos en los que llamarse evangélico se hace tan dificil, en comparación con décadas pasadas, se ha desatado una guerra de términos que se utilizan indiscriminadamente, muchas veces sin ni siquiera medir consecuencias. La biblia establece claramente que en la lengua está el poder de la vida y de la muerte, lo que nos debe servir para medir lo que vamos a pronunciar.
Estos términos se utilizan en muchos casos ignorando inocente o deliberadamente su contexto. En algunos casos se utilizan para decorar las conversaciones, en otros quizás el que los pronuncia siente que al hacerlo esto le da estatus. En este vicio se hacen declaraciones de bendición, se decreta, se ata, sin tener la autoridad que debe ser conferida para hacerlo. Pero lo peor es que se cae inmisericordemente en el error de acusar, juzgar y condenar por el simple hecho de utilizar un término que se oye bonito.
Estipular que una persona que ha sido lavada con la sangre de Jesucristo debe ir a "una liberación" por el simple hecho de que haya diferido con nosotros o porque no nos cae bien o no nos gusta la forma que se viste o se ríe, no solamente invalida el sacrificio de Jesucristo en la Cruz del Calvario sinó que nos posiciona en el lugar de jueces que no nos pertenece, especialmente cuando usted no es un pastor y esa persona no es una oveja de su rebaño. Hay que tener cuenta con las terminologías porque por muy bonito que haga lucir nuestro discurso se pueden convertir en un arma de destriucción.
Otros términos que se encuentran en el juego de "tu me tiras a mi la caja y yo te tiro los cajones" son el de "religiosidad" y liberalismo". Es una guerra sin cuartel lo que se ha destado con estos términos donde cada cual reclama tener la razón, donde nadie es religioso ni nadie quiere ser liberalista y sin querer, fácilmente se puede caer.
Si analizamos el significado del término religión podemos afirmar sin temor a equivocación que todo el que milita en una religión sea de la denominación que sea, tiene una religión y es religioso. El único que se puede calificar de no religioso es el ateo. De igual forma el término liberalismo identifica al que es liberalista.
La religión existe, tener religión no es malo, desde el punto de vista de su contexto. El Apóstol Santiago habló de la religión verdadera en el capítulo 1 de su carta.
El espiritu de religiosidad nace de un vivo deseo de agradar a Dios. Ejemplos de esto lo tenemos en: Nicodemo, Cornelio y Saulo de Tarso. Su espiritu de religiosidad eventualmente los llevó al camino de la salvación.
Hay una línea muy fina que separa lo que es la religiosidad y lo que es estar apegados a las enseñanzas de Jesús. De igual forma es fino el filamento que separa el liberalismo que se propone romper con una serie de dogmas impuestos por hombres y lo que es el rompimiento de los esquemas que conforman la moral y el pudor.
No es religiosidad querer mantenerse apegados a los valores morales que incluyen el vocabulario, el pudor, el recato, el decoro en la vestimenta, como no es liberalismo querer liberarse de ciertos tabúes de asuntos culturales.
El Liberalismo por su parte está estrechamente relacionado con la soberbia y si no se tiene una medida, en ese espiritu de liberalismo se puede fácilmente caer en el error. Fue precisamente en un espiritu de liberalismo que actuó Lucifer cuando fue destronado del cielo.
Un creyente se convierte en religioso cuando enseña y predica que para poder alcanzar la salvación hay que sujetarse a una serie de cosas que mas bien deben ser el producto de la transformación que viene con la salvación.
Se convierte en liberal aquel que enseña que para ser salvo no hay necesidad de sufrir transformación alguna. Cada cual hace como bien le parce porque no estamos para cambiar a nadie.
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