Por lo extremadamente estricto de su disciplina, las iglesias evangélicas de las décadas de los setenta y ochenta se ganaron el calificativo de "Rajatablas". Una palabra compuesta que hace alusión al fenómeno que se produce cuando un clavo rústico penetra un trozo de madera fina y la astilla echándola a perder.Así de estricta eran las regulaciones de la iglesia evangélica en las que cosas tan sencillas como: el corte de pelo de las mujeres, el maquillaje, el uso de las prendas de oro, mini-faldas y pantalones se convertían en un pecado. La televisión era considerada como "el cajón del diablo", las mujeres no se les permitía ver novelas y a los hombres se les prohibía envolverse en asuntos de política y deportes, teniendo como base el verso que dice: "Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar aquel que le tomó por soldado".
La violación a estas regulaciones denominadas como "la sana doctrina" traía como consecuencia el sometimiento a una "disciplina" que podía durar hasta un año en el que el creyente no podía ni siquiera sentarse en los asientos del frente cuando llegaba al templo. En casos extremos esta disciplina se aplicaba llamando al implicado al frente de la congregación y leyéndole su falta y las consecuencias delante de toda la iglesia.
El mundo cambió y juntamente con él muchas cosas han cambiado. Aunque está claramente establecido que no somos de este mundo y que no nos regimos por las leyes de este mundo, muchas iglesias evangélicas se han visto en la necesidad de hacer una serie de concepciones a lo que son sus regulaciones o disciplina que en otro tiempo se tenían como "sana doctrina". Cambios en su forma de gobierno, en su forma de culto y cambios en los métodos que utilizan para evangelizar.
El problema más serio con estos cambios consiste en que de forma simultánea y en lo que parece ser coincidencia se produce en la sociedad un espíritu Jesabélico de soberbia. Una ola de desobediencia y un espíritu medalaganario que logró penetrar las filas de las iglesias evangélicas. En simples palabras, junto con estos cambios que nadie puede negar muchos de ellos han contribuído enormemente al crecimiento de la iglesia, se ha colado el trabajo del mismo Satanás para desvirtuar las cosas buenas que contienen.
Cuando la iglesia llega a la conclusión de que debía hacer cierto tipo de concepción con relación al atavío de la mujer y deside que usar pantalones no le es contado como una falta y mucho menos como pecado, le da la oportunidad a personas que tenían la necesidad de acercarse a Dios, pero veían estas regulaciones como un tabú. Pero con el tiempo se pierde la línea que divide lo que es el uso de un pantalón aceptable y lo que es la vestidura indecorosa.
Por esta razón cuando las mujeres llegan al templo vistiendo pantalones que hacen una demarcación precisa y concisa de las líneas más secretas de su cuerpo, no se les puede hostigar porque "el uso de los pantalones es permitido".
En el servicio se dió apertura a lo que son las danzas para Dios, entre las que se encuentran "Las Pantomimas" "Danzas Hebreas" "Caritas Pintadas" y otras. Todo iba bien hasta que se pierde el control y se confunde la danza para Dios y el baile que viene de los deseos de la carne. Esto nos deja con la impotencia de no poder hacer nada cuando creyentes que ministran en las congregaciones entienden que no tiene nada de malo bailar, siempre y cuando sea entre "hermanos cristianos" y se van enredando en una serie de practicas que simple y llanamente no se conforman a las de un cristiano nacido de nuevo.
La pérdida total de lo que se consideraba como los valores morales de una persona en combinación con la desaparición de la doctrina "rajatabla" y una disciplina permisiva en el evangelio, trae como consecuencia la desaparición total del pudor en el vestir, independientemente de que la mujer use falda, vestido o pantalón,por ende se llenan las iglesias de mujeres denominadas cristianas que visten indecorosamente bajo el pretexto de que Dios no mira lo exterior.
Como no hay coincidencia en el asunto, sinó más bien un trabajo sincronizado que en estos últimos tiempos ha desatado el enemigo de la justicia nuestra sociedad ha llegado al otro extremo en donde han desaparecido las buenas costumbres en nuestro conversar, en el trato para con los demás, el respeto a las autoridades establecidas por Dios.
Vivimos en un tiempo en el que cada cual hace como bien le parezca y nadie se puede meter en los asuntos de su hermano, ni siquiera el pastor que Dios puso al frente de la congregación.
Ante esta terrible situación, aquellos que militamos en el evangelio en las décadas pasadas solamente nos toca mirar con impotencia y seguir añorando el evangelio denominado "Rajatabla" y junto con el apóstol Juan seguir clamando: Ven Señor Jesús.
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