Saturday, June 4, 2016

EL AVIVATO!



La viveza tiene un efecto antisocial, segrega resentimiento y envenena el respeto mutuo. Sus consecuencias, a largo plazo, son trágicas. No sólo en el campo moral, sino en los demás, incluso el económico. Pone en evidencia una egolatría con pies de barro, un afán de superioridad a costa del prójimo y una energía que se diluye en acciones estériles. Los demás humanos -seres estúpidos que sufren las estocadas del vivo o le responden con timidés- se llaman sánganos o palomos.

El avivato se siente el centro del mundo; si las cosas le salen mal, la culpa la tiene otro. Proclama que todo lo sabe y todo lo puede. Desborda capacidad para encarar cualquier iniciativa y asumir cualquier trabajo, por encumbrado o difícil que sea. Si lo eligen para un alto cargo, no se detiene a pensar en las dificultades inherentes a esa función, la posible falta de entrenamiento o su total carencia de aptitud. El vivo aparenta inteligencia, conocimientos, brillo y ejerce seducción. Pero se basa en la mala fe, el engaño y la inmoralidad.

Un rasgo básico es que el vivo no cree en la justicia. La viveza criolla consiste, precisamente, en atacar sin importar la ley y sin que la víctima pueda devolver el golpe. Desprecia la ley. Más aún: la ley es un obstáculo que se debe saltear... o burlar. ¡Siempre! El fraude jamás lo escandaliza, porque constituye uno de sus recursos más frecuentes. Para el vivo, la honestidad es una palabra hueca, ingenua, arcaica. De la misma forma descalifica la transparencia: jamás confesará a otro qué le pasa o cómo le va; y está seguro de que los otros hacen lo mismo con él.

Necesita burlarse de alguien al que llama "un palomo" o "pariguayo" y su diversión cotidiana es la burla. Está seguro de que logrará burlarse del palomo que tiene enfrente. Lo elige con admirable precisión y descarga sus dardos antes de que adviertan el ataque. Porque sus ataques aprovechan la sorpresa y se escudan de tal forma que no le pueden devolver la agresión. Para lograrlo vale todo: mentir, aprovecharse de las debilidades ajenas o empujarlo hacía el ridículo.

Entre sus características principales se destaca el desdén por el esfuerzo. "El avivato vive del sángano y el sángano de su trabajo", repite para su menguada conciencia. Esto se completa con una consigna tácita: No hay que producir, sino apropiarse de los productos. Y para apropiarse no hay que trabajar, sino ser un avivato.

¿Qué pasa cuando los avivatos llegan al gobierno? Como son inmorales y egoístas, no se esmerarán en el beneficio de la sociedad, sino de ellos mismos. El hambre de los avivatos los convierte en aves de rapiña. Pero el país que comandan -el barco en que navegan- terminará por hundirse junto con ellos.

(autor desconocido)

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